La sensación de que la educación remota ya no logra motivar a los estudiantes de todos los niveles comienza a preocupar a docentes, a padres y a autoridades.

¿Cómo se sigue cuando las herramientas de educación virtual parecen haber llegado a su techo de enganche emocional?

¿De qué manera se pautan los pasos a seguir cuando las decisiones políticas se toman en base a una apuesta y a lo que se supone puede llegar a ocurrir?

¿Cómo se incentiva a niños y jóvenes en la recta final de un ciclo lectivo atravesado por una pandemia?

El psicólogo Horacio Maldonado, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba, plantea que la última pregunta debería reformularse: “¿Cómo motivar, a esta altura del año, a la comunidad educativa en su conjunto, lo cual incluye a chicos, a docentes, a directivos y a los grupos familiares?”.

“Sin dudas, este aislamiento inédito y universal provoca efectos múltiples en los ámbitos educacionales. Cansancio, desánimo y angustia, entre otros, son efectos hiperpresentes en estos días entre los actores del sistema. Y no existen antídotos infalibles para neutralizarlos de inmediato”, sostiene Maldonado.

¿Cómo paliar ese estado anímico? Maldonado sugiere: “Tratar de motivar a la comunidad educativa en su conjunto; proponer actividades colaborativas tanto para estudiantes, como entre docentes (vía grupos, equipos, redes); alentar el desarrollo de tareas creativas que integren diversos aspectos de la realidad; fortalecer vínculos positivos (auditivos y visuales) entre los diferentes miembros de la comunidad escolar”.

El especialista en educación Gabriel Brener, también docente universitario e investigador, plantea que si bien nos encontramos en un momento profundamente incierto, hay que evitar ahogarse en la incertidumbre, plantear certezas cotidianas y contrastarlas con “las certezas absolutas del siglo 20”.

Para Brener, las últimas resoluciones del Consejo Federal de Educación –que marcan los lineamientos para unificar el ciclo 2020-2021 y dan pautas sobre cómo finalizar los distintos niveles este año– son pragmáticas, en medio de esta emergencia transitoria y excepcional.

“La cultura escolar está muy apegada a la lógica resultadista y más vinculada a calificaciones para zafar. Cuando la evaluación no se reduce a la calificación, no sabemos cómo controlar y nos confronta con el sentido de la escuela, en su sentido más profundo”, sostiene Brener.

Este año se suspendieron las calificaciones numéricas y las evaluaciones se convirtieron en “formativas”, conceptuales. La pregunta entonces sería: ¿cómo sostener el interés cuando las notas no son la vara de medición o la soga al cuello?

Fuente: La Voz